Osteoporosis en personas mayores

Osteoporosis en personas mayores: causas, síntomas y prevención

La osteoporosis es una afección que afecta a muchos de nuestros mayores y que, a menudo, pasa desapercibida hasta que provoca una caída o un dolor inesperado. Esta fragilidad ósea no solo compromete la resistencia de los huesos, sino también la seguridad, la confianza y la libertad de movimiento, lo que genera un temor constante a que cualquier pequeño tropiezo pueda tener consecuencias graves. El impacto emocional puede ser profundo, ya que cada fractura o señal de debilidad incrementa la sensación de vulnerabilidad y dependencia.

Qué es la osteoporosis

La osteoporosis es una enfermedad por la que los huesos se vuelven más porosos y frágiles al perder calidad y densidad. Esto ocurre al romperse el equilibrio natural entre la formación y la destrucción del hueso se rompe. Con la edad, especialmente tras la menopausia en las mujeres, ese desgaste se acelera y puede llevar a fracturas incluso con golpes leves o movimientos cotidianos.

El esqueleto está en constante renovación: los osteoclastos eliminan el hueso envejecido y los osteoblastos construyen tejido nuevo. En la juventud, ambos procesos están equilibrados; en la vejez, la balanza se inclina hacia la destrucción. Cuando esa pérdida es excesiva, aparece la osteoporosis.

Una característica notable es que no produce síntomas en sus primeras fases. Muchas personas descubren que la padecen tras una fractura, lo que subraya la importancia de la prevención y la detección precoz, especialmente en mayores con factores de riesgo o antecedentes familiares.

Diferencia entre osteoporosis y osteopatía

En el lenguaje cotidiano es fácil mezclar términos. Osteoporosis y osteopatía se confunden con frecuencia, pero se refieren a realidades muy distintas:

  • Osteoporosis es una enfermedad del hueso. Se trata de un diagnóstico médico que se basa en la pérdida de densidad ósea y en el aumento del riesgo de fracturas. Implica cambios estructurales en el esqueleto y requiere valoración, seguimiento y, en muchos casos, tratamiento específico.
  • Osteopatía es una disciplina terapéutica. Se centra en el tratamiento manual del cuerpo, especialmente de músculos y articulaciones, para mejorar la movilidad y aliviar el dolor. No describe una enfermedad, sino una forma de abordarla.

A veces también aparece la palabra osteopenia. En este caso se habla de una disminución de la densidad del hueso más leve que la osteoporosis. Podríamos entenderla como una señal de alerta: el hueso ya no está tan fuerte como debería, pero aún no ha alcanzado el grado de fragilidad propio de la osteoporosis. Detectar osteopenia en personas mayores abre una ventana para intensificar los cuidados y frenar la progresión.

Comprender estas diferencias ayuda a los mayores y a sus familias a utilizar los términos correctos, evitar alarmas innecesarias y pedir la información adecuada al equipo médico.

Cómo afecta a personas mayores

En la tercera edad, la osteoporosis no es solo un diagnóstico en una prueba, es un factor que puede transformar la forma de vivir el día a día. La fragilidad ósea aumenta el riesgo de fracturas ante caídas que, años antes, tal vez se habrían saldado con un simple golpe o un cardenal. Además, el cuerpo envejecido tiene menos capacidad para recuperar la fuerza y la movilidad tras una lesión grave.

Una de las consecuencias más visibles es la pérdida de confianza en el propio cuerpo. Quien ha sufrido una fractura o sabe que tiene los huesos frágiles puede empezar a moverse con miedo, reducir sus paseos, evitar escaleras o dejar de participar en actividades que antes disfrutaba. Ese miedo a caerse, aunque comprensible, puede llevar al sedentarismo, y el sedentarismo a su vez agrava la pérdida de equilibrio y de masa muscular. Se entra así en un círculo en el que la fragilidad ósea y la falta de movimiento se alimentan mutuamente.

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Pero el efecto no es solo físico. El dolor crónico, la pérdida de estatura, la postura encorvada o la sensación de depender de los demás pueden afectar al estado de ánimo. La persona puede sentir frustración, vergüenza por necesitar ayuda o tristeza por no poder hacer lo que antes hacía con facilidad. Por eso el abordaje de la osteoporosis no puede quedarse solo en la medicación para el hueso. Necesita ir acompañado de un entorno seguro, de ejercicio adaptado, de apoyo emocional y de una mirada global a la calidad de vida.

Osteoporosis en personas mayores

Factores de riesgo que influyen

No todas las personas mayores desarrollan osteoporosis, ni con la misma intensidad. Existen factores de riesgo que aumentan la probabilidad de tener huesos frágiles. Algunos no se pueden modificar; otros sí se pueden trabajar desde la prevención.

Entre los factores no modificables destacan:

  • Edad avanzada. A partir de los 65–70 años es más frecuente observar pérdida significativa de densidad ósea.
  • Sexo femenino. Las mujeres, especialmente tras la menopausia, tienen un riesgo mayor por la caída de estrógenos, hormonas que ayudan a proteger el hueso.
  • Antecedentes familiares. Tener padre, madre o hermanos con osteoporosis o fracturas de cadera incrementa el riesgo.
  • Constitución física delgada. Personas de baja masa corporal tienen menos «reserva ósea» desde el inicio.

Entre los factores modificables, aquellos en los que sí se puede intervenir, se encuentran:

  • Dieta pobre en calcio y vitamina D. Una alimentación con pocos lácteos, pescados, huevos o verduras de hoja verde puede favorecer la pérdida de masa ósea.
  • Sedentarismo. La falta de ejercicio, especialmente el que implica carga de peso, debilita tanto huesos como músculos.
  • Tabaco y consumo excesivo de alcohol. Ambos influyen negativamente en la calidad del hueso y en la capacidad del organismo para repararlo.
  • Déficit de exposición solar. La luz solar moderada es necesaria para que el cuerpo produzca vitamina D, importante para fijar el calcio en los huesos.
  • Uso prolongado de ciertos fármacos. Como corticoides en dosis altas, algunos tratamientos hormonales o determinados medicamentos para otras enfermedades crónicas pueden acelerar la pérdida ósea.

En el caso de las personas mayores, a estos factores se suman otros como la fragilidad muscular, los problemas de equilibrio, las alteraciones de la visión o la toma de múltiples medicamentos. Todo esto incrementa el riesgo de caídas. Por eso, cuando se habla de osteoporosis en la tercera edad, es fundamental observarla dentro de un conjunto más amplio: el de la fragilidad global de la persona.

Síntomas y complicaciones de la osteoporosis en personas mayores

Uno de los aspectos más desconcertantes de la osteoporosis es que, en muchas ocasiones, no presenta síntomas claros al principio. La persona puede sentirse bien, caminar sin dificultades y no notar nada especial. La enfermedad progresa en silencio, mientras el hueso pierde densidad.

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Con el tiempo pueden aparecer signos como:

  • Dolor de espalda persistente, difuso o localizado, que no se asocia a un golpe concreto.
  • Disminución de la estatura.
  • Curvatura progresiva de la espalda, con el típico aspecto de «joroba» en la parte alta de la columna.

Estos signos suelen estar relacionados con fracturas vertebrales por aplastamiento que a veces pasan inadvertidas o se confunden con dolores normales de la edad.

La complicación más importante de la osteoporosis son las fracturas por fragilidad. Roturas óseas que se producen con traumatismos mínimos, como caerse desde la propia altura o incluso realizar un esfuerzo pequeño. Entre las más frecuentes en mayores destacan:

  • Fractura de cadera
  • Fracturas vertebrales
  • Fractura de muñeca

Estas fracturas suponen un antes y un después en la vida de muchas personas mayores: hospitalizaciones, necesidad de ayuda para las actividades diarias, uso de ayudas técnicas (andador, bastón, silla de ruedas…) y, en muchos casos, miedo a volver a caer. Por ello, prevenir la primera fractura y evitar que haya más es una prioridad en el cuidado de la osteoporosis.

Cómo se detecta la osteoporosis

Detectar la osteoporosis requiere combinar la experiencia clínica con las pruebas diagnósticas adecuadas. 

La prueba más utilizada para confirmar la osteoporosis es la densitometría ósea, una técnica indolora que mide la densidad mineral ósea en zonas como la cadera o la columna. A partir de los resultados se establece si el hueso es normal, hay osteopenia o ya existe osteoporosis. Además, en algunos casos se utilizan cálculos de riesgo que combinan la densidad ósea con otros factores para estimar la probabilidad de fractura en los próximos años.

Otras pruebas como las radiografías pueden ayudar a detectar fracturas vertebrales o cambios en la estructura del hueso. Las analíticas de sangre y orina sirven para descartar otras enfermedades que puedan estar contribuyendo a la pérdida ósea o para valorar el nivel de calcio, vitamina D y marcadores del metabolismo óseo.

Prevención y tratamiento de la osteoporosis en mayores

La prevención y el tratamiento de la osteoporosis se apoyan en varios pilares que actúan de forma complementaria. 

Por un lado está la alimentación. Una dieta que cuide el hueso en la tercera edad debe aportar calcio suficiente, a través de lácteos, verduras de hoja verde, frutos secos o legumbres y vitamina D. Obtenemos esta con una exposición moderada al sol y con alimentos como el pescado azul o los huevos. La dieta también necesita proteínas de calidad, porque sin una buena masa muscular es difícil mantener la estabilidad y la fuerza necesarias para evitar caídas.

El ejercicio físico adaptado es otro componente esencial. Caminar a diario, realizar ejercicios sencillos de equilibrio, trabajar la fuerza de piernas y tronco con la supervisión adecuada y, cuando se precisa, contar con fisioterapia, ayuda a mantener articulaciones, músculos y huesos en mejores condiciones. No se trata de hacer grandes esfuerzos, sino de moverse de forma regular y segura respetando los límites de cada persona.

También existen medicamentos que frenan la destrucción del hueso y otros que estimulan su formación. La decisión de utilizarlos, el tipo de fármaco y la duración del tratamiento se valoran de manera individualizada, teniendo en cuenta la edad, el riesgo de fractura y las enfermedades asociadas. 

Osteoporosis en personas mayores

Cómo combatir la osteoporosis en residencias

Las residencias para personas mayores ocupan un lugar clave en la lucha contra la osteoporosis. La prevención puede organizarse de manera sistemática y el equipo profesional tiene la oportunidad de observar, acompañar y actuar a diario.

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En residencias como Argaluza, combatir la osteoporosis implica:

  • Valorar el riesgo individual de cada residente, teniendo en cuenta antecedentes de fracturas, diagnósticos previos y factores de riesgo.
  • Cuidar la alimentación, con menús equilibrados que incluyan fuentes de calcio, vitamina D y proteínas adaptados a las necesidades y gustos de las personas mayores.
  • Promover el ejercicio físico adaptado a través de programas de movilidad, paseos acompañados, ejercicios grupales suaves y sesiones de fisioterapia que trabajan fuerza, equilibrio y coordinación.
  • Prevenir caídas dentro del centro, revisando suelos, pasillos, escaleras, barandillas y baños; evitando obstáculos innecesarios; y asegurando una buena iluminación tanto de día como de noche.
  • Observar cambios en la postura o en la forma de caminar que puedan sugerir dolor, miedo a la caída o fracturas vertebrales no diagnosticadas.
  • Coordinarse con los equipos médicos, informando de cualquier caída, dolor persistente o signo de alarma, y facilitando el seguimiento de pruebas como la densitometría o los tratamientos prescritos.

Además, las residencias permiten algo muy valioso: acompañar emocionalmente. Después de una fractura o al recibir el diagnóstico de osteoporosis, muchas personas mayores necesitan recuperar la confianza en su cuerpo, entender qué pueden hacer y sentir que no están solos. El apoyo de los profesionales, la compañía de otros mayores y las actividades dirigidas ayudan a que la persona no se limite únicamente por miedo.

Combatir la osteoporosis es un trabajo continuo que se refleja en las pequeñas decisiones del día a día: cómo se organiza un paseo, cómo se sirven las comidas, cómo se adapta una habitación tras una caída o cómo se anima a la persona a seguir participando en la vida del centro.

Cuidar los huesos es cuidar la autonomía

En la vejez, cada paso cuenta. Cuidar los huesos no es solo evitar fracturas, es proteger la autonomía, la capacidad de decidir, de moverse, de participar y de disfrutar del día a día. En el hogar y en Argaluza, hablar de huesos fuertes es hablar de personas mayores que pueden seguir levantándose con calma, caminando con seguridad, compartiendo momentos en familia y sintiéndose acompañadas. Significa ofrecer un entorno donde la alimentación, el ejercicio, la prevención de caídas y la atención profesional van de la mano para sostener lo más valioso: su calidad de vida.

Porque, al final, cuidar los huesos es cuidar la autonomía, y cuidar la autonomía es una forma profunda de cuidar la dignidad de cada persona mayor.

Referencias consultadas

La osteoporosis y el envejecimiento. (2023b, marzo 14). Los Institutos Nacionales de Salud. https://bit.ly/48gBgLU

Moro-Álvarez, M. J., & Díaz-Curiel, M. (2010b). Diagnóstico y tratamiento de la osteoporosis en mayores de 75 años. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 45(3), 141-149. https://bit.ly/48zc8Bu

Osteoporosis – Síntomas y causas – Mayo Clinic. (s. f.). https://bit.ly/4okZ2N4

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