El agua es fuente de vida, elemento indispensable para la existencia, la sustancia más abundante en el ser humano. Algo tan necesario como comer o descansar, como hablábamos en nuestro post sobre los beneficios de la melatonina en ancianos. En cierta manera podemos decir que los humanos somos esencialmente agua, en concreto, alrededor de un 60%. Sin embargo, este porcentaje puede variar dependiendo de diversos factores, como la edad o la cantidad de grasa en el cuerpo. Mientras que los bebés y los niños suelen tener un porcentaje mayor de agua que los adultos, las personas mayores tienen un porcentaje menor. Es por esto que debemos tener especial atención a los síntomas de deshidratación en ancianos, especialmente en la época del año hacia la que nos dirigimos.
El agua en el ser humano
Como ya adelantamos, las cantidades de agua en los seres humanos varían dependiendo de varios factores, como la edad, el sexo o el peso corporal.
- Bebés hasta 6 meses de edad: entre un 64% y un 84% de su peso
- Niños de hasta 12 años de edad: entre un 49% y un 75% de su peso
- Hombres entre 19 y 50 años: entre un 43% y un 73% de su peso
- Mujeres entre 19 y 50 años: entre un 41% y un 60% de su peso
- Hombres mayores de 50 años: entre un 47% y un 67% de su peso
- Mujeres mayores de 50 años: entre un 39% y un 57% de su peso
Ciertos estudios apuntan a la cantidad de grasa como determinante en cuanto a la cantidad de agua en el cuerpo. Dado que el tejido adiposo contiene menos agua que otros tejidos, cuanta mayor sea la grasa corporal menor será la cantidad de agua.
El agua en nuestros mayores
Los ancianos no suelen tener sensación de sed, puesto que el hipotálamo, la región situada en la base del cerebro que se encarga de regular el reflejo de sed, se encuentra en ellos disminuido. En consecuencia, el tiempo de reacción ante una posible deshidratación es mayor, ya que el hipotálamo tarda más en enviar la señal al cerebro. Esto ralentiza la reposición de líquidos y puede generar un daño grave a los riñones, o incluso la muerte si la deshidratación se ha dado durante un período prolongado y no ha sido tratada. Tanto como cualquier operación o enfermedad, puesto que hasta el catarro más leve puede producirle una descomposición y terminar traduciéndose en una deshidratación.
Pérdidas de agua
Existe cierta deshidratación consustancial al envejecimiento, algo normal y que no debería preocuparnos. Sin embargo, existen ciertas pérdidas que sí deberían atraer nuestra atención.
- Pérdidas renales: los riñones son el órgano que mayor cantidad de agua secreta, la cual depende de la ingesta de sal y proteínas, de la cantidad de elementos que debe eliminar y de la capacidad que el riñón tiene para concentrar estos elementos.
- Pérdidas cutáneas: son las que se producen a través de la piel, y pueden ser insensibles (cuando la pérdida de agua tiene un volumen de entre 300 y 400 ml por día) o sensibles, como s el aso del sudor. Y es que, a diferencia del estado de reposo, cuando se produce un esfuerzo físico, el organismo expulsa agua hacia la superficie de la piel para que se evapore y regular así la elevada temperatura corporal interior que alcanza. En consecuencia, nuestra temperatura interna no asciende de manera excesiva, si bien la pérdida de agua que se produce es significativa.
- Pérdidas pulmonares: el aire que respiramos es en realidad vapor de agua, para lo cual debe alcanzar cierto nivel de saturación. La cantidad demandada varía en caso de fiebre, ejercicio físico o una temperatura ambiente fría.
- Pérdidas fecales: dependiendo de la cantidad de fibra que consumamos, la cantidad de agua excretada será una u otra. En este caso varía de manera directamente proporcional: a más consumo de fibra, más gasto de agua; a menos consumo de fibra, menos gasto de agua.
Definición y tipos de deshidratación
Se considera deshidratación a la pérdida del 3% del peso corporal en líquidos. Existen varias diferentes atendiendo al tipo de pérdida:
- Por pérdida de sodio respecto a la pérdida de agua:
- Isotónica: se pierde la misma cantidad de agua que de sodio. Provocan esta pérdida la fiebre, el sudor excesivo, los transtornos gastrointestinales, los problemas renales o incluso las quemaduras.
- Hipotónica: se pierde más cantidad de sodio que de agua. Si los niveles de sodio se encuentran por debajo de 135 miliosmoles por litro se produce una pérdida hipotónica. Se produce habitualmente ante la administración de diuréticos, y un método casero para contrarrestarla es comer plátanos. No obstante, este remedio no sustituye a la atención médica, sino que constituye una ayuda mientras esta no llega.
- Hipertónica o hipernatremia: se pierde más cantidad de agua que de sodio. Una acumulación de este elemento (145 mosm/L o más) puede ser causa de muerte.
- Por la pérdida de peso en relación a la pérdida de líquidos:
- Déficit del 5% del peso corporal: se produce una pérdida del líquido intersticial.
- Déficit entre un 5% y un 10% del peso corporal: se produce un déficit de líquido intersticial e intravascular.
- Déficit entre un 10% y un 15% del peso corporal: se produce una gran pérdida de líquido intersticial e intravascular.
- Por la rapidez de la pérdida el agua: una deshidratación brusca provocará una sintomatología más grave y rápida que si la pérdida es gradual. En este segundo caso, los mecanismos que nos ayudan a defender al organismo de esta pérdida tendrán más tiempo para actuar.
Factores de riesgo
Entre los factores de riesgo más comunes están algunos ya mencionados, como la edad. Señalamos otros a continuación.
- Edad avanzada, especialmente a partir de los 85 años.
- Sexo femenino. Las mujeres tienden a deshidratarse más que los hombres, ya por cuestiones hormonales como por la mayor proporción de grasa corporal, así como por el menor tamaño de sus riñones y de su aparato urinario.
- Trastornos neurológicos (demencia vascular, alzhéimer…).
- Determinadas patologías, como fiebre, diarrea, vómitos…
- Discapacidades relacionadas con el deterioro visual o problemas de movilidad o de comunicación.
- Problemas para la deglución.
- Polifarmacia, entendida como el uso de 4 o más fármacos.
- Prescripción de medicamentos diuréticos.
- Estreñimiento.
- Menor consumo de agua por incontinencia urinaria o miedo a la misma.
- Aumento de la temperatura ambiente.
- Cambios en los ejercicios físicos.
- Dieta demasiado abundante en fibra.
Síntomas de deshidratación en ancianos
Existen ciertos síntomas que van a alertarnos de una posible deshidratación en nuestros mayores. Algunos son propios de una deshidratación leve, mientras que otros lo son de una deshidratación grave.
Deshidratación leve
Ante estas señales debemos tomar darle a nuestros mayores abundante líquido, pues son síntomas de una deshidratación en ancianos.
- Sequedad y enrojecimiento de la boca. Suele ser uno de los primeros síntomas que se producen ante una deshidratación. Los labios se agrietan y la mucosa se pone roja.
- Piel seca e inelástica. La sequedad puede incluso agrietar la piel, en la cual se hace patente asimismo la inelasticidad al ser pellizcada, puesto que tarda en recuperar su estado anterior.
- Fatiga y debilidad. La dificultad para realizar tareas o actividades que regularmente no suponen ningún esfuerzo puede ser uno de los síntomas de deshidratación en ancianos.
- Mareos, confusión e irritabilidad. Este síntoma es común con otras patologías, por lo que debemos tomarlo en consideración junto con otros que puedan producirse simultáneamente.
- Hipotensión arterial. La deshidratación puede provocar hipotensión ortostática, esto es, una disminución de la presión arterial al levantarse, lo que se traduce en una sensación de vértigo.
- Orina escasa y de fuerte olor. Del mismo modo que la ingesta abundante de líquidos tiene como resultado una orina indolora y casi transparente, la deshidratación provocada por una escasa ingestión de los mismos genera una orina oscura y con un olor fuerte.
- Otros síntomas: pérdida de apetito, sed intensa, intolerancia al calor, iInsomnio, estreñimiento, dolor de cabeza, ojos hundidos y visión débil y ausencia de lágrimas.
Deshidratación grave
Esta sintomatología puede alertarnos de una deshidratación grave, por lo que debemos buscar atención médica de inmediato.
- Espasmos musculares.
- Taquicardia.
- Pérdida de conocimiento.
- Letargo (incluso coma).
- Vómitos.
- Pérdida de visión.
- Dificultad para respirar.
- Dolor en el pecho.
El agua, fuente de vida y salud
En un mundo como el nuestro, donde el agua es fuente de vida y esencial para la existencia, debemos prestar especial atención a la hidratación de los ancianos, quienes son más propensos a sufrir deshidratación.
Es fundamental comprender que nuestros mayores enfrentan desafíos específicos en cuanto a la hidratación. Las consecuencias derivadas de su edad y su estado físico condicionan sus niveles de hidratación, y pueden llevarles a padecer complicaciones graves e incluso la muerte si no se tratan adecuadamente.
No debemos, sin embargo, alarmarnos; tan solo estar atentos a las señales con las que nuestro propio cuerpo alerta de una posible deshidratación. Para prevenirla, es fundamental asegurarse de que nuestros mayores tengan acceso a suficiente agua y líquidos, por ejemplo, poniendo un vaso de agua a su alcance. Debemos ofrecerles agua regularmente, incluso si no tienen sed, y evitar la exposición prolongada al calor. Además podemos ofrecerles otro tipo de bebidas sanas y refrescantes, como zumos naturales, limonada, horchata o té frío, siempre atendiendo a sus condiciones físicas particulares.
Una hidratación adecuada en los ancianos es crucial para su salud y calidad de vida. Conocer los factores de riesgo, los síntomas de deshidratación en ancianos y tomar medidas preventivas nos permite mantener a nuestros seres queridos hidratados y protegerlos de los efectos negativos de la falta de agua en el organismo. En Residencia Argaluza sabemos que cuidar de la hidratación de nuestros mayores es otra forma de demostrarles nuestro cariño y cuidado, ya que esto contribuye a su bienestar y salud general.
Referencias consultadas
- Gázquez Linares et ál. (2013). Salud y cuidados en el envejecimiento. Recuperado de https://bit.ly/45U1tOr
- García Juárez, K. A. (2017). Cuidado de enfermería en el anciano sano y enfermo. Recuperado de https://bit.ly/3P0AGdo
Redactora creativa. En la Universidad de Vigo obtuve un título en Economía, en la Escuela Elisava de Barcelona cursé un posgrado en Creatividad y Publicidad, y entre libros y talleres de escritura creativa, aprendí a escribir. Trato de enfocarme en lo que marcas y clientes buscan, y aportando mi estilo, hacer que su mensaje llegue con mayor claridad a los lectores.