La desnutrición es un problema de salud pública que afecta a millones de personas en todo el mundo. Junto con los niños, las personas mayores son uno de los grupos más vulnerables. Este fenómeno, que suele pasar desapercibido, tiene efectos en la calidad de vida, autonomía y esperanza de vida de quienes lo padecen. Pero, ¿qué es exactamente la desnutrición, por qué ocurre y qué podemos hacer al respecto?
¿Qué es la desnutrición?
La desnutrición se define como un estado patológico derivado de una ingesta inadecuada de nutrientes. Esto puede ser por una insuficiencia calórica, proteica o de micronutrientes esenciales como vitaminas y minerales. La desnutrición no solo implica una pérdida de peso considerable, sino también un deterioro en las funciones físicas, cognitivas e inmunológicas del organismo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica la desnutrición en dos grandes categorías:
Desnutrición energética
Se produce cuando la ingesta calórica diaria es insuficiente para satisfacer las necesidades energéticas del organismo. Este déficit puede deberse a una reducción del apetito, a cambios metabólicos propios del envejecimiento o a dificultades físicas que impiden una alimentación adecuada. En personas mayores, esta situación es común debido a la anorexia del envejecimiento, una condición fisiológica que reduce la sensación de hambre y saciedad. Además, enfermedades crónicas como la diabetes, el cáncer o la insuficiencia cardíaca pueden aumentar el gasto energético y dificultar la absorción de nutrientes, agravando la desnutrición.
Desnutrición por falta de micronutrientes
Este tipo de desnutrición se refiere a la insuficiencia de vitaminas y minerales esenciales que desempeñan un papel crucial en el funcionamiento adecuado del organismo. En adultos mayores, las deficiencias más comunes incluyen:
- Vitamina D. Su carencia es frecuente debido a la menor exposición al sol y a la disminución en la capacidad de la piel para sintetizar esta vitamina. La vitamina D es fundamental para la absorción de calcio y el mantenimiento de la salud ósea. Su deficiencia provoca osteomalacia y osteoporosis, aumentando el riesgo de fracturas.
- Vitamina B12. La mala absorción de esta vitamina, común en personas mayores debido a la gastritis atrófica, puede causar anemia megaloblástica y deterioro cognitivo. La deficiencia de B12 también se asocia a problemas neurológicos, como hormigueo en las extremidades y pérdida de equilibrio.
- Hierro. Una dieta insuficiente o una mala absorción en hierro o puede llevar a anemia ferropénica, caracterizada por fatiga, debilidad y dificultad respiratoria. La anemia afecta la calidad de vida y limita las actividades diarias de los adultos mayores.
- Calcio. El calcio es esencial para la salud ósea y muscular. Su deficiencia, combinada con bajos niveles de vitamina D, acelera la pérdida de masa ósea, lo cual incrementa el riesgo de osteoporosis y caídas.
Tipos y síntomas de desnutrición
Además de la clasificación de la OMS, la desnutrición puede clasificarse también según su severidad:
- Desnutrición leve. La desnutrición leve se caracteriza por una pérdida de peso moderada, generalmente inferior al 5% del peso corporal en un corto periodo de tiempo. Aunque los síntomas son iniciales, las deficiencias incipientes de nutrientes como vitaminas y minerales empiezan a manifestarse. Las personas pueden experimentar fatiga leve, debilidad general y una reducción discreta en su capacidad para realizar actividades cotidianas. En esta etapa, la detección temprana y la intervención adecuada son claves para evitar que la patología progrese a un nivel más grave.
- Desnutrición moderada. En la desnutrición moderada, la pérdida de peso se puede alcanzar entre el 5% y el 10% del peso corporal en un plazo de 6 meses. Además, surgen deficiencias funcionales evidentes, como una disminución en la masa y fuerza muscular (sarcopenia moderada). Los mayores afectados pueden mostrar una mayor dificultad para realizar tareas diarias, como levantarse de la silla o caminar distancias cortas, lo cual incrementa el riesgo de caídas. También pueden presentarse signos de fatiga constante, menor resistencia a las infecciones y cambios en el estado de ánimo, como irritabilidad o tristeza.
- Desnutrición severa. La desnutrición severa representa el nivel más crítico de esta enfermedad. Conlleva una pérdida de peso superior al 10% del peso corporal en un tiempo relativamente corto. El compromiso de la salud general es grave, manifestándose a través de debilidad extrema, fatiga intensa y un deterioro funcional que limita la autonomía casi por completo. Las deficiencias nutricionales afectan órganos vitales, comprometen el sistema inmunitario y aumentan el riesgo de complicaciones como infecciones, fracturas y retrasos en la recuperación de cirugías o enfermedades agudas. En esta etapa, la intervención médica es urgente para evitar un desenlace fatal.
Causas de la desnutrición en personas mayores
La desnutrición en adultos mayores es un fenómeno multifactorial en el que intervienen causas físicas, psicológicas, sociales y médicas
Cambios fisiológicos relacionados con la edad
- Con el envejecimiento, se produce una disminución natural del apetito, conocida como anorexia del envejecimiento.
- El metabolismo basal disminuye, lo que reduce las necesidades calóricas, pero no las proteicas ni de micronutrientes.
- Problemas dentales, como la pérdida de piezas dentales o el uso de prótesis mal ajustadas, dificultan la masticación y la ingesta de alimentos.
- El sistema digestivo pierde eficiencia, lo que provoca problemas como gastritis atrófica y mala absorción de nutrientes.
Enfermedades crónicas
- La diabetes, la insuficiencia cardíaca, el cáncer o enfermedades neurológicas como el párkinson o el alzheimer, afectan al apetito y a la capacidad para absorber nutrientes.
- Los medicamentos utilizados para tratar estas enfermedades pueden causar efectos secundarios, como náuseas, vómitos, pérdida del gusto o del olfato.
- La caquexia, común en enfermedades crónicas, es una pérdida de masa muscular extrema relacionada con un metabolismo acelerado.
- La disfagia, enfermedad crónica caracterizada por dificultades para tragar, limita la ingesta adecuada de alimentos y líquidos. Esto incrementa el riesgo de aspiraciones y complica la respiración. Adaptar las dietas y utilizar espesantes puede ayudar a mitigar sus efectos.
Factores psicológicos
- La depresión, la soledad y el duelo son comunes en personas mayores y disminuyen la motivación para comer.
- Trastornos cognitivos como la demencia pueden hacer que los adultos mayores olviden comer o no reconozcan la necesidad de alimentarse.
- El desinterés en la alimentación también puede relacionarse con la falta de placer al comer debido a cambios en el sentido del gusto y olfato.
Factores sociales y económicos
- La falta de recursos económicos puede limitar el acceso a alimentos nutritivos.
- El aislamiento social también desempeña un papel importante, ya que las comidas suelen ser más satisfactorias y completas cuando se comparten.
- La falta de apoyo en la compra y preparación de alimentos limita la dieta de muchos adultos mayores.
Problemas de digestión y absorción
- La disminución de la producción de enzimas digestivas y ácidos estomacales afecta a la absorción de nutrientes esenciales, como el calcio o la vitamina B12.
- Las intolerancias alimentarias, como la intolerancia al gluten o a la lactosa, pueden reducir la ingesta de ciertos alimentos ricos en nutrientes.
Hospitalización y enfermedades agudas
- Las estancias hospitalarias prolongadas pueden llevar a una pérdida de apetito y desnutrición debido a la inmovilidad y cambios en las rutinas alimenticias.
Consecuencias de la desnutrición en adultos mayores
La desnutrición en personas mayores tiene graves consecuencias tanto físicas como psicológicas, que afectan su calidad de vida y pueden llevar a complicaciones potencialmente mortales:
- Debilitamiento del sistema inmunológico. La falta de nutrientes esenciales debilita el sistema inmunitario, lo que aumenta el riesgo de infecciones recurrentes. Un sistema inmunitario comprometido también reduce la eficacia de las vacunas y tratamientos médicos, lo que agrava la susceptibilidad a enfermedades respiratorias y otras infecciones graves. Además, las infecciones prolongadas pueden llevar a hospitalizaciones frecuentes y deterioro generalizado.
- Pérdida de masa muscular y funcionalidad. La desnutrición acelera la pérdida de masa y fuerza muscular (sarcopenia). Esto que reduce la movilidad, incrementa el riesgo de caídas y limita la autonomía. La debilidad muscular también afecta a la capacidad de realizar tareas básicas y fomenta la dependencia de terceros. A largo plazo, esta patología puede llevar a un deterioro funcional irreversible si no se trata de manera adecuada.
- Problemas óseos. La deficiencia de calcio y vitamina D favorece la osteoporosis, lo que aumenta el riesgo de fracturas. Estas fracturas, especialmente en la cadera, tienen un impacto significativo en la movilidad y pueden requerir cirugías complejas y largos períodos de rehabilitación.
- Declive cognitivo. Las deficiencias de vitaminas del grupo B, especialmente la B12, están relacionadas con la pérdida de memoria y el deterioro cognitivo. Este puede manifestarse en dificultad para concentrarse, confusión y una reducción progresiva de las capacidades mentales. El declive cognitivo incrementa el riesgo de desarrollar demencia, afecta a la calidad de vida y a la capacidad para realizar tareas cotidianas con independencia.
- Retraso en la recuperación de enfermedades y cirugías. Los adultos mayores desnutridos tardan más en recuperarse tras intervenciones quirúrgicas o enfermedades agudas. La falta de nutrientes afecta a la regeneración celular, a la cicatrización de heridas y a la capacidad del organismo para combatir inflamaciones. Esta situación prolonga las hospitalizaciones y aumenta el riesgo de complicaciones postoperatorias, como infecciones o úlceras por presión.
- Impacto en la salud mental. La desnutrición puede exacerbar los síntomas de depresión y ansiedad, creando un círculo vicioso que agrava el problema. La falta de energía y vitalidad limita la participación en actividades recreativas y sociales, intensificando el aislamiento. Este aislamiento emocional empeora la salud mental.
- Mayor riesgo de mortalidad. La combinación de factores mencionados incrementa el riesgo de complicaciones fatales, especialmente en personas con enfermedades crónicas. La desnutrición severa debilita los sistemas vitales del cuerpo, provoca fallos multiorgánicos y dificulta la recuperación de enfermedades graves. En adultos mayores, esta situación representa una amenaza crítica que reduce significativamente la esperanza de vida y la calidad de vida general.
Un enemigo silencioso
La desnutrición por falta de micronutrientes puede manifestarse de manera silenciosa al inicio, pero a largo plazo, sus efectos comprometen la salud ósea, cognitiva e inmunológica. Esto genera un impacto negativo en la autonomía y esperanza de vida de las personas mayores. Detectar y corregir estas deficiencias es fundamental para evitar complicaciones graves y mejorar la calidad de vida de este grupo poblacional.
La desnutrición en personas mayores es, por tanto. un problema complejo que requiere atención urgente. Identificar sus causas, conocer sus consecuencias y aplicar estrategias de prevención y tratamiento es fundamental para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores. En Residencia Argaluza, sin embargo, pensamos que con un enfoque integral y el apoyo de profesionales de la salud, familiares y cuidadores, es posible enfrentar este desafío y garantizar que nuestros mayores disfruten de una vejez digna y saludable. Lo hacemos adaptando la alimentación con productos locales y verduras frescas, a la vez que fomentamos un ambiente familiar compartiendo las horas de comedor entre todos nuestros mayores.
Referencias consultadas
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- Luis Pérez, C. et al. (2021). Factores de riesgo asociados a desnutrición en personas mayores que viven en la comunidad: una revisión rápida. Recuperado de https://bit.ly/4iDc3zQ
- Macías Montero, M. C. et al. (2020). Malnutrición. Recuperado de https://bit.ly/41Fwg1U
Redactora creativa. En la Universidad de Vigo obtuve un título en Economía, en la Escuela Elisava de Barcelona cursé un posgrado en Creatividad y Publicidad, y entre libros y talleres de escritura creativa, aprendí a escribir. Trato de enfocarme en lo que marcas y clientes buscan, y aportando mi estilo, hacer que su mensaje llegue con mayor claridad a los lectores.