sentimiento de culpa ingreso en residencia

La culpa de los familiares ante un ingreso en residencia

Cuando hablamos de ingresar a un adulto mayor en una residencia a menudo nos enfocamos en los motivos que llevan a esta situación y en cómo va a recibir esta decisión. Algo, por otro lado, de lo más natural. Sin embargo, no solemos prestar atención a otro factor de suma importancia en estos casos como lo es el del sentimiento de culpa ante un ingreso en residencia de los hijos o los familiares directos que toman esta decisión. Desde nuestra posición, en Residencia Argaluza lo hemos experimentado en infinidad de ocasiones. Pero lo hayamos vivido en primera persona o no, seguramente hemos tenido ocasión de leerlo en libros o verlo en películas. De este modo, como apreciamos en nuestro post anterior, en el que explicábamos qué es la filmoterapia, podemos imaginarnos esta situación y empatizar con quienes la han vivido aun cuando no hayamos tenido que hacerlo personalmente.

Motivaciones del ingreso

Antes de abordar la cuestión de la culpa por parte del cuidador responsable del adulto mayor, debemos antes pararnos a pensar qué los ha llevado a tomar esa decisión. Porque la mayoría de los familiares que deciden ingresar a un anciano en una residencia lo hacen porque son conscientes de que este necesita cuidados profesionales. A veces incluso llegan a poner en riesgo su salud por prestar cuidados a su ser querido. Por lo que el ingresarlo se torna a menudo una decisión que, por difícil, es el último recurso al que suelen acudir.

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Razones más frecuentes

Aunque las causas que llevan a una familia a ingresar a su ser querido en una residencia son a menudo multifactoriales, hay algunas que resultan frecuentes.

  • Problemas sensoriales. La probabilidad de institucionalización aumenta cuando los ancianos tienen problemas sensoriales, sobre todo la pérdida de audición y la pérdida de vista.
  • Problemas de movilidad. La limitación para caminar no solo implica un mayor grado de dependencia, sino que también puede aumentar el riesgo de caídas y lesiones. Esto puede llevar a la necesidad de una atención más intensiva y finalmente a la institucionalización.
  • Viudez. La pérdida de la pareja puede ser un evento desencadenante para el ingreso en una residencia.
  • Depresión. La depresión es también un factor que influye a la hora de ingresar a un mayor en una residencia.
  • Demencia. La demencia debe ser tratada por profesionales.
  • Otras razones. Que el anciano o su cuidador sean de edad muy avanzada o los problemas de incontinencia pueden incrementar las probabilidades de institucionalización. 

Gestión de la culpa de los cuidadores

La culpa es a menudo una de las primeras emociones que más afloran cuando se considera ingresar a un ser querido en una residencia. Pero no por ser más común resulta menos desafiante. Las ideas de «abandonar» a un miembro de la familia en un lugar diferente o de «apartarlo» del mismo pueden generar sentimientos abrumadores. La gestión de los mismos puede resultar muy difícil; sin embargo, nuestros profesionales están siempre disponibles para ayudar a las familias a superar esta fase inicial de culpa y hacerles entender que esta decisión se toma desde un lugar de amor y cuidado. Hacia sí mismos y hacia sus seres queridos.

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Mantener una comunicación honesta es clave en este proceso. Hablar con nuestros mayores abiertamente sobre la decisión de ingresarlos en un centro, en caso de que sus capacidades cognitivas lo permitan, puede ayudar a aliviar los temores y preocupaciones. Las instalaciones de Residencia Argaluza, además, están diseñadas para fomentar un ambiente acogedor y familiar. Por esta razón animamos a las familias no solo a visitar a sus seres queridos siempre que quieran, sino también a participar en actividades y eventos organizados para que puedan disfrutar juntos de momentos de calidad. Celebrar aniversarios, cumpleaños y otras fechas señaladas puede ayudar a fortalecer los lazos a la vez que se crean nuevos recuerdos familiares.

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Características del proceso de adaptación

Un nuevo trabajo, una mudanza, una ruptura sentimental… Toda adaptación requiere unos tiempos. Aunque estemos hablando de un cambio a mejor, e incluso si quien los experimenta es una persona más joven, todos precisamos de un período determinado para aceptar la nueva realidad en la que ha entrado nuestra vida.

Cuando nos referimos a la entrada de un adulto mayor en una residencia, existen sin embargo una serie de fases comunes. Entre estas podemos identificar las siguientes:

  1. Fase de ruptura. En esta fase inicial, el anciano puede enfrentar una sensación de pérdida de su identidad. Puede asimismo experimentar emociones asociadas a la desconexión de su entorno. Emociones que se exteriorizan por medio de rabietas, conducta indisciplinada, ser reacios al contacto físico, experimentar desconfianza hacia sus cuidadores o tener respuestas e incluso comportamientos agresivos hacia ellos mismos o hacia los demás.
  2. Fase de duelo. En ella, la persona acepta que ya no es capaz de valerse por sí misma. Ha mermado la autonomía de la que antes disfrutaba, y es necesario enfrentar la pérdida de salud o de las habilidades personales. Debe comprender que ahora depende de la asistencia de otros. Esto conlleva un sentimiento de impotencia al no poder cambiar esta nueva realidad.
  3. Fase de aislamiento social. Además de enfrentar las limitaciones físicas, el adulto mayor recién ingresado también debe lidiar con la distancia de sus familiares y amigos. Debe aceptar que la cantidad y la naturaleza de las interacciones con las personas más cercanas cambiarán. En muchos casos, cuando alguien ingresa en una residencia de asistencia, el contacto con seres queridos se limita a visitas y llamadas telefónicas. Esta pérdida puede desencadenar sentimientos de abandono y agudizar la sensación de estar retirado del entorno habitual.
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El proceso de adaptación

Aunque es posible que los sentimientos de culpabilidad tarden un tiempo en desaparecer, lo cierto es que esta etapa puede acortarse de manera notable al ver que el familiar ingresado está adaptándose favorablemente a su nuevo hogar. Y es que esa y no otra es la manera de verlo. La residencia es su nuevo hogar, y aunque su familia sigue siendo la misma, sus cuidadores y compañeros residentes son nuevos integrantes de su círculo social.

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Cómo colaborar en el proceso

Dado que el bienestar de nuestros mayores es algo que nos preocupa a todos, debemos aunar esfuerzos en hacer que el proceso de adaptación sea lo más breve posible. Para eso podemos recurrir a las siguientes vías.

  • Involucrarse en actividades o servicios comunitarios. Participar en grupos o recursos de la comunidad puede enriquecer la vida de una persona mayor al proporcionar oportunidades para socializar, aprender y contribuir a la sociedad. Siempre que sus limitaciones de salud lo permitan, esto puede mejorar su bienestar emocional y su sentido de pertenencia.
  • Mantener la propia identidad y garantizar la libertad de elección en el estilo de vida. Es esencial que los ancianos en residencias conserven su individualidad y tomen decisiones sobre su vida diaria siempre que sea posible. Esto contribuye a su autoestima y satisfacción, ayudándoles a mantener una conexión con su identidad única.
  • Apoyar la flexibilidad en cuanto a la entrada y salida del centro. Permitir la entrada y salida de la residencia cuando sea necesario proporciona a los ancianos un mayor control sobre su vida y su atención. Esto puede incluir visitas regulares a sus familiares o incluso estancias temporales fuera del centro, lo que contribuye a mantener un sentido de normalidad y adaptabilidad en su vida.
  • Favorecer los contactos familiares. Promover y facilitar las interacciones regulares con la familia es esencial para el bienestar emocional de los residentes. Estos vínculos familiares brindan apoyo emocional, compañía y la sensación de estar conectados con sus seres queridos.
  • Recordar los momentos felices de su vida. Fomentar la reflexión sobre momentos felices y experiencias pasadas puede ser una fuente de alegría y consuelo para los residentes. Recordar y compartir estas memorias contribuye a mantener un sentido positivo no solo del pasado, sino también del presente.
  • Asumir algún papel dentro de la residencia. Permitir que los residentes tengan un rol activo o una responsabilidad dentro de la comunidad de la residencia les brinda un sentido de propósito y pertenencia. Pueden participar en actividades o tareas que se ajusten a sus capacidades, lo que promueve su autoestima y conexión con otros residentes.
  • Satisfacer la necesidad de divertirse. El entretenimiento y la diversión son componentes cruciales para la calidad de vida. Ofrecer actividades recreativas y oportunidades para el disfrute personal o social ayuda a mantener un ambiente positivo y a cumplir la necesidad humana fundamental de experimentar la alegría y el placer.
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El camino hacia una nueva etapa

En el camino de la vida, a menudo nos encontramos con decisiones difíciles, y una de las más desafiantes es la de ingresar a un ser querido en una residencia de ancianos. Esta elección puede estar cargada de emociones abrumadoras, especialmente la culpa. Sin embargo, es esencial comprender que tomar esta decisión no es un acto de abandono, sino un acto de amor y cuidado. Tras esta elección hay razones válidas y poderosas, las cuales no debemos olvidar jamás. A veces, es la seguridad y la atención especializada las que priman, proporcionando un entorno que puede ser más beneficioso para el bienestar de nuestro ser querido.

La comunicación abierta y honesta con nuestro ser querido en la residencia es fundamental. Mantener un vínculo cercano y continuar las visitas y la conexión es una forma de aliviar la culpa y mantener esa relación especial. También buscar apoyo emocional. Recordemos que no estamos solos en este viaje, y que amigos y familiares pueden brindar consuelo y comprensión. Porque, en muchos casos, también habrán atravesado ese mismo trance. Además, no debemos desocuparnos de nuestra propia salud física y mental, ya que solo podemos ser buenos apoyos si también nos cuidamos a nosotros mismos.

Referencias consultadas

  • López, J. et al. (2012). Factores asociados a la consideración de ingresar a un familiar con demencia en una residencia. Recuperado de https://bit.ly/3MdnRdJ
  • Sánchez-García, M. R. et al. (2016). Dificultades y factores favorables para la atención al final de la vida en residencias de ancianos: un estudio con grupos focales. Recuperado de https://bit.ly/3tjZnZF
  • Leturia Arrazola, F. J. (1999). El proceso de adaptación en centros residenciales para personas mayores. Recuperado de https://bit.ly/46oe8Jp
  • ABC (2018). «Aún tengo sentimiento de culpabilidad por haber dejado allí a mi madre». Recuperado de https://bit.ly/46IK9vQ

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