demencia en ancianos

Demencia en ancianos: cómo reducir su impacto

Los diagnósticos de demencia en ancianos están creciendo a un ritmo vertiginoso, puesto que su principal factor de riesgo es la edad avanzada. Habida cuenta de que el envejecimiento de la población es el gran fenómeno social y sanitario de este siglo, las demencias suponen un desafío para la salud pública. Hoy queremos ahondar en qué es la demencia, cuál es su impacto en la vida diaria de quien la padece y cómo podemos retrasar su evolución.

La demencia en ancianos: una problemática de salud pública

Las investigaciones científicas sobre Alzheimer y otras demencias pronostican un incremento de estas debido al envejecimiento poblacional. Así, se calcula que en España, para el año 2050, uno de cada tres mayores de 65 años será un paciente con demencia. Por tanto, aprender a gestionar o incluso prevenir la demencia en ancianos es uno de los mayores retos de nuestra sociedad.

Pensemos en nuestra comunidad bilbaína, cuya tasa de envejecimiento es superior en tres décimas a la media española. En efecto, la población de más de 65 años en Bizkaia ya alcanza el 23%, y en el 2030 se prevé que ascienda al 29%. Por su parte, las personas mayores de 90 años incrementan en un 20% su presencia en nuestra sociedad con cada década que pasa. Con estas cifras podemos deducir la magnitud de las demencias en nuestra comunidad.

Sin duda, el Alzheimer, el tipo más común de esta enfermedad, se ha convertido en una auténtica epidemia que afecta a más de 60.000 personas mayores de 65 años en Euskadi. Y su incremento será aún mayor en los próximos años. ¿El motivo principal? El imparable aumento de la esperanza de vida: la longevidad alcanza al 19% de la población vasca.

De ahí que la enfermedad de Alzheimer y otras demencias constituyan la primera causa de morbilidad, discapacidad y dependencia entre los ancianos. Dolencias degenerativas que aún carecen de cura y van minando la calidad de vida de nuestros mayores. Esta realidad asociada a las enfermedades neurodegenerativas las convierte en un evidente problema de salud pública.

Habida cuenta de que el colectivo de personas ancianas en Euskadi roza el 19%; tendremos que aprender a convivir con numerosos casos de demencia en los ancianos de nuestro entorno. ¿Pero sabemos cómo afecta esta enfermedad a la vida diaria de las personas? A continuación profundizaremos en ello y en los recursos no farmacológicos existentes para ralentizar su avance inevitable.

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El impacto de las demencias en la vida cotidiana

Las consecuencias de sufrir una demencia se observan claramente en las dificultades que provoca en las actividades de vida cotidiana. Lo que va restando paulatinamente autonomía personal al paciente. Pasando a necesitar la ayuda y el apoyo constante de una tercera persona cuidadora a medida que la enfermedad progresa.

Esta realidad genera un impacto físico y mental muy negativo tanto para el paciente mayor como para la persona familiar que lo cuida. Pues, la evolución de la demencia conlleva un deterioro funcional y cognitivo que impide la realización tanto de actividades básicas como de actividades instrumentales.

Así, en las fases iniciales de la demencia se ven afectadas las tareas instrumentales de la vida diaria: manejo de objetos y medicación, gestión del dinero, interacción con otras personas,… Pero en las fases moderadas el impacto de la demencia se refleja en un deterioro de las actividades habituales básicas como el cuidado personal o la movilidad.

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Finalmente, la fase avanzada de estas enfermedades neurodegenerativas termina postrando al paciente, convirtiéndolo en un adulto totalmente dependiente de la asistencia directa de otra persona.

Ahora bien, existen diversos tipos de enfermedades que revisten demencia o simplemente problemas de memoria. Pero no todo deterioro cognitivo es irreversible ni alude a una enfermedad neurodegenerativa. Y aunque es incuestionable la prevalencia de la enfermedad de Alzheimer en las personas mayores, existen muchos otros tipos de demencias.

Cabe señalar que no todas las demencias en los ancianos presentan la misma evolución ni duran los mismos años. Su progresión depende de múltiples factores de riesgo que convergen en cada paciente: desde factores genéticos o fisiológicos hasta causas ambientales o estilo de vida.

Diferencias entre Alzheimer, demencia senil y deterioro cognitivo

No todas las pérdidas de memoria son indicio de Alzheimer u otra demencia en los ancianos. Si bien en todas las demencias el deterioro cognitivo está presente, no todo deterioro cognitivo es señal de demencia. Puede aparecer en casos de traumatismos craneales, trastornos hormonales y como efecto secundario de ciertos medicamentos.

El deterioro cognitivo leve está asociado a la edad, pues lo presentan el 30% de las personas mayores de 65 años; pero solo afecta a la memoria y las capacidades cognitivas ligeramente, no incapacita a la persona para desarrollar las actividades cotidianas.

En cambio la demencia es una enfermedad crónica basada en un deterioro de las funciones cognitivas o las funciones cerebrales superiores. Ocasiona graves e irreparables pérdidas de memoria, orientación, lenguaje y cálculo, entre otras, y afecta al estado psicológico, emocional y a la conducta de la persona enferma. Por ello el término demencia se asociaba con locura en tiempos pasados.

La muerte de las neuronas provoca una involución o un deterioro funcional en las personas con demencia. Lo que conlleva una pérdida progresiva de su autonomía hasta llegar a padecer una situación de dependencia absoluta para realizar cualquier actividad básica.

Para quienes conviven con el paciente, el síntoma inicial para detectar la demencia fue la pérdida de memoria. Es decir, el deterioro cognitivo. Pero este suele aparecer acompañado de cambios de humor bruscos, despistes y desorientación espacial acusada.

Por su parte, la principal causa de demencia en ancianos, la enfermedad de Alzheimer, como concepto se popularizó en las últimas décadas. Antiguamente la demencia, sea del tipo que fuere, se denominaba simplemente demencia senil, al predominar especialmente entre las personas mayores.

Sin embargo, este término se demostró incorrecto, pues ninguna demencia tiene su origen en el envejecimiento en sí. Porque la senectud no provoca demencia, solo algún déficit en algunas funciones cognitivas propio del desarrollo normal del envejecimiento. O como consecuencia de un estilo de vida demasiado pasivo y sedentario.

¿Qué tipos de demencias existen?

Existen diversos tipos de demencias o enfermedades neurodegenerativas que producen deterioro cognitivo irreversible. Si bien, el 75% de estos pacientes están diagnosticados de enfermedad de Alzheimer, lo que la convierte en la más prevalente con diferencia.

Pero hay muchos más tipos de demencia en ancianos. De hecho no todas las demencias contemplan la misma casuística y su diversidad y evolución depende de la zona del cerebro deteriorada.

Así, existen otros tipos de demencias en ancianos como las asociadas a demencia vascular, la segunda más importante después del Alzheimer. Esta puede ser pura o una demencia mixta —combinación de demencia vascular y Alzheimer.

Otras enfermedades neurodegenerativas de gran repercusión son la demencia por cuerpos de Lewy, la demencia alcohólica o la asociada a la enfermedad de Parkinson.

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En el otro extremo, está la enfermedad de Huntington, una patología neurodegenerativa grave y hereditaria, que produce demencia en su etapa avanzada. Aunque es definida como una enfermedad rara, los neurólogos la consideran una demencia tan relevante como el Alzheimer y el Parkinson.

Por otra parte, el 0,2% de las demencias aparecen en personas menores de 65 años. Son las llamadas demencias precoces, entre las que pueden ser casos atípicos de Alzheimer o de demencias frontotemporales. Suelen tener un origen genético o simplemente una causa aún desconocida.

Lo que es incuestionable es que a más edad o envejecimiento progresivo de la población, se registran más diagnósticos de demencia en ancianos. Este hecho explica por qué el número de mujeres con esta dolencia es mayor que el de los hombres a partir de los 80 años. Porque la población femenina tiene una esperanza de vida más prolongada.

Actividades para personas con demencia que retrasan su evolución

Las investigaciones científicas siguen confirmando los beneficios de ejercitar nuestro cerebro con actividades de estimulación cognitiva. De hecho un artículo reciente publicado en la revista especializada Neurology arrojaba unos resultados muy esperanzadores. A saber, ejercicios de estimulación cognitiva diarios retrasan la aparición de demencias hasta cinco años.

Por tanto, pese al avance inexorable de esta enfermedad, es importante trabajar de forma permanente con la persona con demencia para potenciar su autonomía personal. Puesto que la disfuncionalidad que va experimentando en su vida diaria puede acarrear problemas de autoestima y comportamientos agresivos o erráticos.

Así, es importante facilitar las tareas diarias para que sea la propia persona enferma quien las realice. Asimismo, se debe adaptar el entorno físico a sus necesidades, a fin de garantizarles seguridad física, comodidad y facilidad para su desempeño.

Por lo demás, resulta sumamente positivo mantener a la persona mayor con demencia integrada en la vida familiar y social. Incentivar sus relaciones interpersonales, los paseos al aire libre, las actividades grupales. Pues su participación social fomenta su sensación de bienestar y ayuda a retrasar el deterioro de las funciones cognitivas.

Y sin duda, el entrenamiento constante de la actividad cognitiva, con ejercicios de memoria, actividades sensoriales y de psicomotricidad fina, es fundamental. Dado que gracias al entrenamiento de este tipo de actividades se consigue rehabilitar y reforzar las capacidades cognitivas. Y, con ello, retrasar la evolución de la demencia.

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Más allá de la estimulación cognitiva para tratar la demencia en ancianos

Resulta primordial seguir las consignas del envejecimiento activo y un estilo de vida saludable, no solo para ralentizar la evolución de la demencia, sino también para prevenirla. Esto es, hacer ejercicio físico y actividades de terapia ocupacional diarias; realizar lecturas de periódicos o libros y actividades de estimulación cognitiva y sensorial; alimentarse sanamente, gozar de relaciones sociales; aprender cosas nuevas, colaborar con la comunidad,…

Es por ello que las actividades físicas, mentales y psicosociales son indispensables en nuestro centro residencial y se practican de forma diaria dirigidas por nuestros terapeutas ocupacionales. Pues todas ellas tienen el objetivo de incrementar autonomía personal —o preservar sus capacidades existentes— y la calidad de vida en nuestros residentes. Y eso solo se consigue proporcionando una atención integral y permanente a la salud de los mayores en todas sus dimensiones.

Con todo, la mejor opción para contrarrestar la progresión de las demencias es que la persona acuda a centros especializados en gestión de estas patologías. Actualmente, los centros para mayores contamos con personal especializado y recursos materiales para contrarrestar las demencias al máximo y aportar calidad de vida a las personas enfermas.

Cómo gestionamos los casos de demencia en Residencia Argaluza

En este sentido, en Argaluza elaboramos un plan de cuidados —Plan Individual de Atención Interdisciplinar— que establecemos desde el criterio consensuado entre los distintos profesionales del centro. Dicho plan individualizado contempla diversos servicios —asistencial, sanitario, cognitivo y social— y la evaluación continua de necesidades relativas a cada uno de ellos.

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Gracias a ello, podemos ajustar nuestra intervención profesional a cada persona mayor, a fin de dar cobertura a todas sus necesidades. Los instrumentos de evaluación nos facilitan una actuación preventiva al permitirnos identificar el tipo de demencia en la persona anciana y su impacto en su autonomía diaria y su vida social.

Teniendo en cuenta estos datos, ejecutamos talleres cognitivos, sensoriales y actividades psicomotrices en grupos reducidos. Cada grupo se conforma en función del grado de deterioro que presentan las personas con Alzheimer u otras demencias.

También trabajamos de forma individual aplicando una intervención profesional personalizada. Esta combinación entre atención integral y atención centrada en la persona es la clave para obtener resultados satisfactorios en la gestión terapéutica de las demencias.

Los centros para la tercera edad: un gran apoyo para tratar la demencia en ancianos

Afortunadamente, cada vez existe mayor conciencia social y compromiso sociosanitario por dar solución a esta problemática de salud pública. Así, tanto las asociaciones o entidades vinculadas a las personas con demencia y los centros para la tercera edad ofrecen recursos para paliar estas dolencias.

En efecto, actualmente muchos centros de día para mayores y los centros residenciales ofrecemos servicios sociosanitarios especializados para tratar las demencias en ancianos con terapias no farmacológicas.

En concreto, en nuestra residencia Argaluza brindamos una atención integral para las personas que sufren de demencia. La finalidad es combatir el avance de las pérdidas físicas, cognitivas y funcionales, a fin de mantener la autonomía del usuario el máximo tiempo posible.

Ello lo conseguimos mediante el trabajo constante en los programas de estimulación cognitiva, terapia ocupacional o actividades de psicomotricidad fina. Sin olvidar la importancia de las actividades psicosociales o las terapias no farmacológicas como la laborterapia o la musicoterapia. Pues, refuerzan su memoria y bienestar personal mediante el entretenimiento y el fomento de las relaciones sociales.

Así pues, pese a que sigue sin crearse un tratamiento farmacológico definitivo para evitar el triste desenlace al que aboca la demencia; podemos mejorar la calidad de vida de estos enfermos mediante una atención terapéutica especializada. Además de intentar prevenirla o retrasar su aparición manteniendo un estilo de vida saludable y un envejecimiento activo.

Referencias consultadas

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  • Pérez Folgado, M. (2019). Calidad de vida, relaciones familiares y depresión en pacientes con demencia. Recuperado de https://bit.ly/3r56bVR
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  • Villar, F. & al. (2013). La participación de personas con demencia en las reuniones del plan de atención individualizada: Impacto en el bienestar y la calidad del cuidado. Recuperado de https://bit.ly/3yOOdcQ

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